jueves, 20 de septiembre de 2012

Polilla #6: sadismo

La razón fría da lugar a una lógica implacable, casi cruel; en cambio, la emoción fría desata otra forma de crueldad, acaso peor, que es el sadismo, esa curiosidad morbosa –casi goce- ante el sufrimiento ajeno. (1)

- El otro día iba bajando por Sucre y me encontré un papel en el piso que decía: “quiero torturarte, violarte y matarte; luego cortarte en trozos y enviarte a tu padre para que pueda comerte mientras defeca sobre tu madre”. No tenía remitente ni destinatario, sólo eso. La gente está muy cagá de la cabeza, hueón.
- Definitivamente lo escribió un sádico. Tan magníficamente humano. Nietzche decía que lo que nos separaba de los animales era nuestra capacidad para odiar.
- Prefiero quedarme con lo que decía Verne: lo que nos separa es el soñar.
- Es que tú eres un romántico viajero.
- Hablando de viajes, me gustaría compartir contigo mi sábado por la noche.
- Soy todo oídos.

“La noche del sábado fue de hecho bastante loca para mí. Invité unos amigos a mi casa, tomamos un par de copetitz. Pasamos el rato en mi sótano, la zona suave, donde nos relaxeamos.

- Tú no tení sótano, viví en un departamento.

“Luego los papás del Dafne estaban organizando una fiesta. Tuvimos la oportunidad de pasar el rato entre adultos, lo que fue un buen cambio de ritmo. Te comunicas, conversas con personas que tienen historias interesantes. Hablé con un tipo que decía haber escalado cinco montañas.

- ¿Me estai hueviando?
- Sí, perdón. Empiezo de nuevo.

“La noche del sábado fue de hecho bastante loca para mí. Invité unos amigos a mi casa, tomamos un par de copetitz. Apenas salió la política como tema de discusión y nos dimos cuenta que quizá ya habíamos tomado más de lo suficiente, nos fuimos en la 418 a un liceo en toma donde había una tocata. Eran puras bandas de mierda las que tocaban, pero la Orquesta Tocornal cerraba así que fuimos igual. Eran recién las ocho de la noche.

“Apenas entramos uno de mis amigos me pidió que lo acompañara al baño, como las buenas amigas que somos. Era un baño amplio con mucha gente dentro, varios de ellos meando en lugares inconvencionales. Mientras esperaba me encontré con el Lepe, que me saludó de abrazo y me preguntó cuándo nos íbamos a juntar a tocar porque ya había parchado su bombo. Intenté evadirlo y hacer como que respondía unos mensajes de texto, pero él me seguía hablando y hablando y hablando. Creo que me decía algo de su hermano chico, que estaba enfermo, lo que fue extraño porque siempre pensé que era hijo único. Incluso cuando mi amigo salió del baño y fuimos a ver las bandas no se nos despegó.

“Habían montado el escenario en el gimnasio el colegio, con varios parlantes y una que otra luz. Un grupo que decía llamarse Fecal Detonation estaba tocando un cover de Mötorhead cuando llegamos.

“Nos hicimos espacio hasta las primeras filas, cerca del círculo del mosh. La canción terminó y el público les agradeció muy a su forma con gritos y aplausos. El vocalista, un veinteañero de pelo largo y torso desnudo, anunció que cerrarían con un tema propio que titulaba “Napalm Destruction”.

“La banda se puso a tocar. No era una mala canción, de hecho el público parecía muy entusiasta y violento, que es lo que se estila en señal de correspondencia en esos contextos. El vocalista empezó a pasearse por el escenario mientras agitaba los brazos; todo en una actitud casi de poseído, de trance. De pronto se detuvo en seco en la cornisa del escenario, mirando al vacío. Todos entendimos que pretendía saltar para que el público lo suspendiera en el aire, como a un Peter Gabriel cualquiera, y aunque los ánimos generales estaban buenos, no eran suficientemente buenos como para que quisiéramos recibirlo. No era ninguna estrella de rock después de todo. El público empezó a empujarse para no tener que aguantarlo, pero él no se daba cuenta que el éxtasis se había interrumpido. Seguía como concentrándose en su qï. Con el Lepe y mi otro amigo empezamos a apretarnos contra la primera fila para no tener que recibirlo, y la sensación general era que el muy imbécil se iba tirar a la nada y nadie lo agarraría. La banda seguía tocando, ensimismada.

“El vocalista se tiró y de pronto la música se detuvo. Todos empezaron a hacer espacio y a gritar porque había ocurrido lo que todos temían. El vocalista había aterrizado de bruces contra el piso del gimnasio y tenía la boca hecha trizas. El Lepe fue a ayudarlo porque estaba inconsciente, junto con otro metalero y una mina que, a juzgar por cómo gritaba, debió ser su polola o su hermana.

“El Lepe le tomaba el pulso y en definitiva fingía que era de ayuda, cuando lo único que hacía era entorpecer. La gente seguía gritando y algunos decían que había que llamar a la ambulancia o los bomberos o a los pacos, lo que naturalmente era una pésima idea considerando la ocupación del liceo. Por mientras el resto de la banda seguía en el escenario impasible, como si fuese algo de rutina; creo incluso que el guitarrista estaba reafinando su guitarra o algo así. El Lepe empezó a gritarme para que lo fuera a ayudar. Pero yo no quería.

“Mi amigo se acercó al Lepe lentamente en medio de la algarabía y se quedó mirando al herido con una cerveza en la mano, serio. Seguía recostado de espalda en el piso pero acababa de volver en sí y se retorcía gimiendo de dolor. Mi amigo lo contemplaba desde la altura, mirándolo fijamente a los ojos y girando la cabeza en señal de reprobación. Después me miraba a mí con una sonrisa maliciosa. Y lo volvía a hacer. Luego volvía a mirarme. Le hacía una gracia tremenda.

- Ahí salí al patio del liceo y me tomé el concho de una chela que había en una jardinera. Me quedé mirando las luces de las micros que pasaban y tirándole piedras a unos gatos que había afuera. Y entonces me acordé de mi papá, y que no lo veía hace varios meses. No sé por qué. Me acordé de una vez que lo había acompañado a comprar Coca-Colas retornables a un quiosco, cuando vivía solo en un departamento de Villa Frei. Me quedé ahí como quince minutos.
- ¿Y qué tenía que ver esto con los viajes?
- Nada. En realidad sólo quería contarte la historia. A todo esto, ¿sabiai que la palabra sádico viene del Marqués de Sade?

(1) La Cultura Huachaca